Grandes Horas de Rohan, siglo XV

DESCRIPCIÓN

La escena se desarrolla en un escenario arquitectónico de gran complejidad que pretende representar el Templo de Jerusalén y que define una especie de tríptico que alberga a las figuras. Como es frecuente en la iconografía cristiana desde el siglo IX, se sintetizan dos escenas evangélicas: el encuentro con el anciano Simeón, hombre justo y devoto al que el Espíritu Santo había prometido que no moriría hasta ver a Cristo, y la presentación en el templo propiamente dicha. En la escena, Simeón está detrás del alatar y sujeta al Niño con su mano derecha. Se prescinde del tema de la circuncisión, ya que no aparece el cuchillo encima de la mesa.

En la parte central, bajo las bóvedas rojas de una iglesia gótica, la Virgen María comienza una reverencia siguiendo modelos introducidos por los artistas sieneses a partir de la tercera década del siglo XIV y junta sus manos ante el Niño que ha colocado sobre el altar. Al otro lado, el anciano Simeón recoge con un paño a Jesús, que vuelve la mirada a su madre, mientras entona un Cántico de reconocimiento de su divinidad, mientras entona un Cántico de reconocimiento de su divinidad, conocido como “Nunc dimitis” (Ahora, Señor, puedes dejar morir a tu siervo…). En la parte superior, dos ángeles sobrevuelan la escena.

En la zona derecha, la figura aislada de san José. Encima se despliega una serie de torrecillas y cúpulas que, al igual que las de la izquierda, pretenden evocar la silueta de Jerusalén y, en concreto, la estructura circular del Santo Sepulcro. El lado izquierdo presenta una estructura más complicada.  La escena tiene poca lógica espacial, ya que el tamaño de las figuras no es congruente con el escenario, especialmente con el muro del primer plano. Estas dos figuras son una criada que lleva el cesto con las dos palomas del sacrificio y otra figura femenina con un libro en la mano, que puede identificarse con la profetisa Ana de la que habla el evangelio.